“Al tener tierras familiares abandonadas, y al estar yo en paro, me planteé invertir parte de mi indemnización en poner en marcha una producción agrícola, e innovar un poco al apostar por las Paulownias (que son unos árboles de producción de madera y crecimiento rápido) combinadas con las alcachofas y las naranjas”. Así empieza una historia de trabajo y superación, la historia de Amparo.
Amparo Candela llevaba dos años desempleada cuando, en abril de 2013, inició el primer curso de ‘Trabajando la Tierra para Alimentar el Futuro’. Ella es una de las alumnas que disfrutaron del proyecto de inserción socio-laboral de CERAI, financiado por la Obra Social de Kutxabank y en el que colaboraban múltiples entidades como Consorcio Pactem Nord, Cáritas Diocesana, Fundación Novaterra, Fundación Novafeina, Sercoval, Asociación de Vecinos y Vecinas de Natzaret y la Fundación Assut.
El proyecto, en marcha desde 2012, está orientado a ciudadanos en riesgo de exclusión social y las entidades que trabajan con ellos en el entorno de la Comunidad Valenciana. Su objetivo es formar y capacitar a los primeros en procesos de producción, distribución y comercialización de productos agroecológicos para desarrollar una actividad profesional estable, a la par que desarrollar una serie de dinámicas para la inserción socio laboral. Los alumnos: personas como como Amparo, con un gran potencial por desarrollar y un futuro por conquistar.
La experiencia profesional de Amparo nada tenía que ver con la agricultura. Había trabajado durante 12 años en un laboratorio de óptica, en la sección de verificación de lentes y donde la empresa fue ofreciéndole la formación. Hoy, Amparo forja su negocio como agricultora ecológica en la asociación de ecoagricultura L’Animeta, en torno a Quart de Poblet. “Cuando conocí el curso de agroecología de CERAI a través de la Fundación Nova Feina, me pareció muy interesante formarme, conocer la agricultura ecológica y decidí apuntarme”.
¿Qué aprendiste en el curso?
Siempre había pensado que sería más complicado, pero fue más sencillo de lo previsto. Aprendí valores muy importantes, como el respeto al medio ambiente y a la propia alimentación. Desde entonces soy más consciente de lo que compro y de lo que como. Aprendí técnicas tan sencillas como el agua y jabón, o la cola de caballo, para el tratamiento de algunas plagas. Lo gratificante que es luego recoger lo que tú misma has cosechado.
¿Cómo fue la experiencia con profesores y compañeros?
La verdad que muy buena. Era una época de bajón por la situación personal de desempleo, pero iba con mucha ilusión, me motivaba aprender cosas nuevas y formamos un grupo de compañeros muy bueno.
Los profesores son un encanto de personas, muy profesionales en cada tema, te transmitían los conocimientos de forma muy sencilla y amena y al mismo tiempo aprendías. Por ejemplo, Porcuna nos explicaba con sencillez que no son necesarios los plaguicidas (recuerdo que mi suegro se dejaba un dineral en tratamientos, que luego no le compensaba), y que con aceite de Neem o abono verde se podían tratar la mayoría de plagas.
¿Cómo surgió la idea de formar la asociación l’Animeta? ¿Quiénes y de qué perfiles la integran?
Surgió del grupo de alumnos de Quart de Poblet, junto con personas del pueblo y de Nova Feina, que queríamos recuperar la huerta abandonaba y promover la agricultura ecológica. Formamos un grupo que nos fuimos reuniendo todos los meses, hasta que en octubre de 2013 tomamos la decisión de organizarnos como L’Animeta Associació per a l’agricultura ecològica. El nombre de L’Animeta tiene su origen en el Molí d’Animeta, que es una zona de huerta prácticamente abandonada, donde después pondríamos en marcha nuestros primeros huertos sociales.
Las personas que integramos L’Animeta tenemos un perfil muy variado: jubilados, jóvenes, parados, mujeres, agricultures, discapacitados… pero todos compartimos el interés por la huerta. Ahora acaban de entrar a los huertos sociales la Asociación Lluerna que trabajan con personas con discapacidad.
¿Cómo funciona AE l’Animeta?
Somos una Asociación en defensa del medio ambiente y la agroecología. Nos reunimos todos los meses, el segundo miércoles de cada mes a las 7 de la tarde en la sede de Nova Feina, para debatir y ver la marcha de los huertos sociales y los proyectos que llevamos en común.
Lo primero que hemos hecho es poner en marcha unos huertos sociales, con 20 parcelas de unos 80 m2 cada una, en unos terrenos cedidos por un propietario en la zona de L’Animeta. Para el año que viene tenemos previsto organizar unas jornadas, un curso de agricultura ecológica…
¿Qué ha significado para ti y tus compañeros la asociación?
Ha sido la primera vez que he participado en una asociación y ha sido muy positiva. Me ha permitido aportar mi grano de arena al mismo tiempo que aprendo a llevar unos huertos, estar en armonía y conocer gente distinta. Otra parcela de 4 hanegadas que nos dejaron la hemos cedido a socios que quieren poner en marcha su proyecto agrícola de autoempleo, que quieren ganarse la vida en esto.
Supongo que la asociación y el movimiento agrícola urbano supondrá algo más que un empleo. ¿Qué implicaciones sociales tiene, qué te aporta socialmente?
Los huertos te evaden de los problemas, te distraes y te centras en lo que estás haciendo, te dan una motivación una ilusión en ver crecer tus propias plantas, es muy enriquecedor. Ayudarnos, aprender unos de otros, es la diferencia entre tener tu sola tu huerto o compartirlo con más gente.
¿Se puede vivir de la agroecología?
Yo si que estoy intentando vivir de ello pero es muy complicado. Por un lado me ha ayudado a salir de un bache pero por otro es muy difícil vivir todo el año de ello. Estamos intentando llevarlo entre la familia, pero es necesaria la dedicación de una persona a tiempo completo y no siempre se puede. Se puede vivir pero es muy ajustado.
Fuente CERAI.